sábado, 21 de agosto de 2010



A propósito de Agustín Pio Barrios y la intención del Gobierno de repatriar sus restos, escribí un comentario que menciona a Mangoré, cuando estaba lejos de Paraguay, y otro que tiene ver con la desidia de nuestros representantes para apoyar a los talentos nacionales. Sobre el caso de Agustín Pio Barrios estoy convencida de que el gobierno no debe insistir en este tema.


¡DEJEN EN PAZ A MANGORÉ EN DONDE SÍ LO QUERÍAN Y APRECIABAN EN VIDA!


Lo que el Gobierno debería hacer es pedir perdón a Agustín Pio Barrios en nombre del pueblo paraguayo que fue mezquino con este gran artista, o debería erigirle un digno monumento en vez de presionar en algo que está en contra de la última voluntad de Mangoré. Pero por sobre todo el Gobierno debe empezar a apoyar a los artistas nacionales para impulsarlos internacionalmente dejando de lado las envidias, la desidia, y el desamor hacia el talento nacional.


Mangoré

en la Plaza

Navona


Estando lejos los sentimientos de pertenencia a un país se revolucionan, se acrecentan y están a flor de piel con el más mínimo detalle que nos haga recordarlo. Hoy estoy en Roma, Italia, viviendo un viaje de tres días que será inolvidable, que de hecho ya es inolvidable porque me quedé sin albergue. Hoy voy a pedir refugio a unas monjitas a ver si tengo suerte. Ayer me tocó dormir en la estación central. En mi primer día, caminando extasiada por la belleza y la historia de cada rincón de esta ciudad milenaria, llegué a la famosa Plaza Navona, donde convergen arte y música, con pintores, actores y músicos de diversos instrumentos. Allí mismo me llamó la atención el sonido de una guitarra, con un clamor que perturbó todo mi cuerpo, que me estremeció y me dejó los pelos de punta. Eran los acordes de un sonido conocido, un sonido único y magnífico, tan lleno de melancolía que a pesar de la profunda tristeza que transmite me regaló el momento más feliz de ese día. El ejecutante del instrumento era un hombre muy mayor, canoso, con una camisa a rayitas y una vieja guitarra. Estaba obsequiando el “Último Canto”, también conocido como “Una limosna por el amor de Dios”, o el “Último Tremolo” de Agustín Pio Barrios, con el sentimiento de quien pareciera se estaba despidiendo. Son emociones que creo que todos los paraguayos fuera del país sienten con mucha más fuerza cuando una caricia del terruño se presenta ante ellos.




Frustración

y desidia

con el arte

Las manifestaciones artísticas en nuestro país poco o nada reciben apoyo. Los artistas generalmente tienen que vérselas por sí mismos sin un programa a nivel país que incentive estas prácticas. La laureada cineasta paraguaya Paz Encina, creadora de Hamaca Paraguaya, tuvo que verse obligada a devolver una millonaria contribución que le había hecho una institución internacional que la apoyó para la filmación de un nuevo proyecto fílmico, porque la subvención sólo se podría usufructuar si Encina u otro organismo de Paraguay ponía una parte para llevar adelante el proyecto. Paz no consiguió esos fondos y todo lo que logró se quedó en la nada. Conseguir apoyo para este tipo de iniciativas suele ser un utopía en nuestro país, y sólo los soñadores son los están dispuestos a llevar adelante empresas titánicas sin ningún respaldo. Algunos lo logran pero la mayoría se topan con la frustración ante la desidia de nuestras autoridades hacia estas manifestaciones. Cuándo será el día que en nuestro país se incentive el arte y la cultura en sus diversas formas con un programa serio y sin vicios de padrinazgos políticos, esa es la pregunta. Estamos muy lejos de ese ideal, por el momento sólo nos queda rogar que no decaigan las voluntades de los soñadores porque sin esa llama nuestras vidas no tendrían magia. Este trago amargo para Paz Encina no tiene que representar el fin de sus proyectos, sólo un obstáculo que puede ser superado, y con la necesaria queja pública para que se visualice que la desidia debe tener un fin.

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